La gloria de Dios aparece hasta en los lugares desiertos Éxodo 3:3-6

Los primeros 40 años de la vida de Moisés transcurrieron en el palacio del Faraón, educándose, comiendo bien, rodeado de comodidades y lujos, con sirvientes, y criado como un hijo de la hija del Faraón.

En el desierto no tuvo esas comodidades, pasó hambre y sed y se cansó bajo el intenso calor del desierto, vivió bajo la amenaza de ataque de serpientes y tuvo momentos de soledad, pero,…a los 80 años se encontró con la gloria de Dios.  

Si estás pasando por un desierto en tu vida, posiblemente estás viviendo en  soledad,  pasas hambre, te consume la tristeza y la angustia y crees que para ti no hay esperanza,  quiero recordarte que Dios también está presente en medio de ese desierto.

La gloria de Dios, va más allá de toda comprensión y lógica humanas. Moisés no podía entender por qué la zarza (arbusto) no se consumía. La imagen desafiaba las leyes de la naturaleza, pero Moisés pronto se dio cuenta que la gloria de Dios va más allá de la comprensión humana.   Intentar comprender sus complejidades o igualarlo con el ser humano es minimizar su grandeza y su poder. La gloria de Dios está reservada  para UNO SÓLO.

En una región árida y seca como la de Oreb, el fuego podía propagarse rápidamente. Quizás Moisés estaba atónito, no sólo contemplando que la zarza que no se consumía, sino mirando que era el único arbusto que ardía y el fuego no se propagaba alrededor.

En este sentido veo insinuada otra importante verdad que enseña la Biblia: “Dios no comparte su gloria con nadie.”

La Biblia dice en Isaías 48:11 “Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea        amancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro.” Aún siendo cristianos anhelamos recibir gloria por lo que hacemos y a los ojos de los hombres nos comportamos de determinada    manera y buscamos llamar la atención. Queremos que el fuego que está reservado para Dios arda en nosotros.

La gloria de Dios exige respuestas. Cuando la gloria de Dios se le apareció a Moisés, él tuvo que detener su trabajo para responder a ella. La gloria de Dios revelada, exige que hagamos pausa, escuchemos y obedezcamos su voz. Quién sabe lo que nos perdemos cuando no cambiamos nuestros planes por los suyos.

Al encontrarse con la gloria de Dios, Moisés recibió instrucciones para la siguiente fase de su vida. Hay tres cosas que Moisés hizo  ante la gloria de Dios:

Se quitó las sandalias.

Cubrió su rostro.

Obedeció y  no se acercó.

¿Qué haremos tú y yo cuando nos encontremos con la gloria de Dios?. Él quiere mostrarnos su gloria, pero tenemos que responder, tenemos que morir. (Gálatas 2:20).

Tomado y adaptado del libro de estudio “Él me habla” de Priscila Shirer.

Pastor Felipe Arias